lunes, 31 de diciembre de 2007

LAS RUINAS DE LA INTELIGENCIA

Dijo una vez Jaime Gil de Biedma que más que poeta él habría preferido ser poema, y con ello aludía, creo yo, al destino de los escritores que habiendo creado un personaje son luego devorados por él.En efecto, a mí también me dan ganas de quedarme a vivir en los poemas de Biedma, poemas de construcción perfecta y sereno clasicismo ya en la distancia. Y digo en la distancia, porque a ras de verso los poemas de este hombre son todo menos modelos de serenidad, utopía a la que entre copa y cuerpo el poeta no deja,eso sí, de aspirar. Sus fuentes son variadísimas: W.H.Auden, T.S.Eliot, Jorge Guillén, Luis Cernuda, los cancioneros medievales, la poesía cortesana, la antología palatina…y su misma vida de hombre de negocios o de leyes, directivo de empresa o lo que fuera que hacía mientras no escribía, pues el venero del que brota su poesía es la experiencia o las experiencias de un hombre corriente que habla un lenguaje culto pero informal:esa sería grosso modo su definición de clasicismo y elegancia formal que él aprendió de sus modelos ingleses y franceses. Biedma era un poeta de gestión lenta, los versos se entremezclaban con los días y duraban tanto como éstos-este efecto le permitió decir que al menos daban un tono de veracidad a lo escrito-. En total, tres libros de poemas, unos diarios, un par de libros de ensayo –uno magnífico sobre Jorge Guillén-, y unas traducciones principalmente del inglés. Esta es la obra completa de un escritor escaso a propósito, cuyo proceso de decantación se fue haciendo cada vez más y más lento hasta llegar a la anulación del mismo escritor: ya el poeta se había vuelto poema. De su generación será sin duda el más recordado y leído-quizá sólo Gabriel Ferrater esté a su altura- y sus poemas serán considerados clásicos cuando sus compañeros de viaje hayan sido ya olvidados. De él escribió José Agustín Goytisolo unas líneas memorables en el poema Bolero para Jaime Gil de Biedma, que empezaba así: “A ti te pasa algo/ yo entiendo de estas cosas…” Sí, le pasaba algo, y es que nunca se pudo acostumbrar a este pueblo de cabreros donde la homosexualidad-como en el caso de Cernuda o Lorca- era un estigma impronunciable. Pero no sólo eso, la banalidad y la mala educación, el odio a la cultura y a todo lo elevado, algo que en sus frecuentes estancias fuera había llegado a creer que ya no habitaba entre nosotros. Y luego también, algo intangible que él diagnosticó a la perfección en su amigo Ferrater: con los mismos defectos y menor inteligencia habría sido feliz. Y es que la sabiduría es sólo "un punto de vista", como dijo Proust, o como escribió el mismo Biedma : “un orden de vivir”.

martes, 25 de diciembre de 2007

EL VOLGA

Viví dos semanas en un enorme apartamento de la Plaza Lenin, frente a viejos y destartalados edificios burocráticos. Era consciente de que estaba gozando de unas comodidades que no eran comunes para la mayoría de los ciudadanos moscovitas. Bastaba con sentir la tibieza de la calefacción en aquel mes de julio, frío aún para los parámetros rusos. A la llegada al aeropuerto nos esperaba una delegación de bienvenida en representación del Instituto bilingüe Rosalía de Castro. Las instalaciones, como más tarde veríamos, eran parte de esa ostentación soviética y un amor por el mármol que luego veríamos refrendado en el metro de Moscú. Viajar por ese entramado de estatuas y música clásica, con vagones de madera noble, era un placer que contrastaba con la visión de pedigüeños alcoholizados y olvidados por un Estado en bancarrota y en absoluto derrumbe moral. Cogimos un barco en el muelle central de la ciudad y nos hicimos al río entre vítores y música de Chaikovsky. La travesía nos iba a llevar desde Moscú hasta Leningrado,frente al lago Ladoga, pasando por Iaroslav, una antigua ciudad nuclearizada, un búnker de la guerra fría. En el camino disfrutamos de un cuarteto de violines que desgranaba noche a noche trozos selectos de música romántica rusa, de un champán local de improbable recuerdo y unos almuerzos con blines de caviar y vodka que nos hacían imaginar el lujo de tiempos lejanos y no sé si mejores. Recuerdo que el barco se detenía cada cierto tiempo en decenas de esclusas que nos detenían durante horas, restos del sueño staliniano de unir Moscú con el mar; en esas paradas, aprovechaban los pasajeros para dar paseos por bosques centenarios, coger setas que luego se cocinaban a bordo o simplemente asistir a clases de matemáticas o música dictadas por viejas glorias locales o por profesores funcionarios del régimen. Las noches las pasábamos en cubierta,charlando con otros viajeros que se iban incorporando al barco, o cenando en el restaurante de popa, con maravillosas vistas al gran mar interior que es el Volga en muchas partes de su recorrido. Al final nos esperaba Leningrado, San Petesburgo, cuando recuperó su nombre, la Venecia del norte, llena de humedad y una luz mortecina que se acompasaba bien con la belleza amortiguada y decadente de sus, aunque venidos a menos, fastuosos edificios. Y
allí el Volga dictó doce sonetos que no tiene sentido decirles ahora. Lo demás es silencio.

domingo, 16 de diciembre de 2007

CHEVALIER DE PAS


A los cinco años Pessoa ya sabía que era otros. La cuestión de la identidad, que suele ser en lo humano obsesión recurrente, quedó así muy tempranamente despachada. Si no puedes,entonces, aspirar a la unidad, hay reductos de lo real que quedan con las tripas al aire, inasibles, dispersos para siempre. Cuando esto sucede no hay más remedio que dedicarse a la domesticación de las sucesivas neurosis bajo una propedéutica de la contención que desemboca en el arte. Vivir es, en estas condiciones, un paradigma del “como si”. Pessoa, como su nombre indica, es una incansable sucesión de máscaras que aspiran a ese orden dictado por Goethe: “Todo es símbolo”, o en palabras de Bernardo Soares, el genial creador del Livro do Desasosego: “El poeta es un fingidor”. A Pessoa se le puede buscar en Ricardo Reis, Alvaro de Campos, Alberto Caeiro, en fin, a Pessoa se le puede buscar si hacemos de nuestra búsqueda una hermenéutica de la desubicación, del reconocimiento de la univocidad entre las voces. No vale la pena. Pessoa, el hombre que atiende a ese nombre, fue un oficinista anglófilo y amante por igual de la poesía romántica inglesa y el aguardiente marca Aguia Real; vivió en Sudáfrica, estudió en Inglaterra , murió de cirrosis hepática y dejó un libro un portugués y otros varios en inglés, entre ellos uno de sonetos al modo de Tennyson. Eso es todo. El resto está hecho de palabras y es obra de autores que Portugal haría bien en reconocer como tales; sería el mejor homenaje al poeta. Qué maravilla optar por el suicidio por sintaxis, quitarse de en medio y que sea la impersonalidad la que hable por medio de sus múltiples disfraces. Que esto sea obra de un niño que ya sabía que se llamaba Chevalier de Pas es un hallazgo psicológico de primer orden. Me pregunto si no tendría en mente ese poema de Guillermo de Aquitania que decía: “Haré un poema de la pura nada/ no tratará de mí ni de otra gente…” Escribe Bernardo Soares: “E são sombras,sombras…” Fernando Pessoa era, entre copa y copa, un pitagórico que creía en la suprema correspondencia de los sones invisibles y que podría haber dicho como Ingmar Bergman escribió en Linterna mágica: “Ya está roto el espejo. Y ahora, ¿qué dicen los trozos?”.

sábado, 15 de diciembre de 2007

http://www.archive.org/details/ElPerseguidorN9_251

PROGRAMA Nº10

LA FUENTE DEL IDIOMA

Qué recomendación puede haber más intempestiva que ésta que les proponemos hoy: “Antología da poesía trovadoresca galego-portuguesa” en edición de Alexandre Pinheiro Torres. Intempestiva porque estos poemillas fueron escritos entre los siglos XII y XIV y eso, para esta época nuestra hambrienta de novedades, es la prehistoria; también porque he de confesarles que no gozarán de estos poemas si no hacen el esfuerzo de instalarse en ese idioma perfecto y concluso -tan perfecto que más que un idoma era ya un género-,tan perfecto que si un poeta de Castilla quería escribir una canción de amigo enseguida se le imponía el uso del galaico-portugués, pues entre fondo y forma la ligazón era insoslayable. De entre las varias decenas de poetas que aparecen en esta antología, sin duda, mi preferido es Martim Codax, juglar de Vigo y autor de siete cantigas de amigo hermosísimas. Escuchen la número II:

Mia irmana fremosa, treides comigo
A la igreja de Vig´, u é o mar salido,
E miraremos las ondas!


Mia hermana flemosa, treides de grado
A la igreja de Vig´, u é o mar levado,
E miraremos las ondas!


A la igreja de Vig´, u é o mar salido,
E verrá i, mia madr´, o meu amigo,
E miraremos las ondas!


A la igreja de Vig´, u é o mar levado,
E verrá i, mia madr´, o meu amado,
E miraremos las ondas!

Este poema forma parte de un collar de siete cuentas donde se viaja de la ausencia a la posesión. Las cantigas van fluyendo a modo de montaje cinematográfico desde un primer encuentro o memoria de un recuerdo en el atrio de una iglesia y allí el baile con el amado hasta una invocación unitiva final con ese verso maravilloso y recurrente:

“E bañar-nos-emos nas ondas!

Danza, regreso al lugar,petición a la amiga y a la madre,contemplación del mar,noticia del regreso del amado, el baño y el regreso a la danza original. Detrás de todos estos elementos, la ciudad de Vigo (Vigo es el Dublín o la Alejandría de Martim Codax). La ciudad queda así fijada en la memoria aunque nada se diga de ella. Siglos después, en un barco mercante, Manoel Antonio, otro poeta vigués, dirá:

“Vigo está tan lonxe
que se desourentaron as cartas mariñas”

Pero Vigo está en todo el aroma de los versos de Codax.

viernes, 14 de diciembre de 2007

jueves, 6 de diciembre de 2007

APORÍA DE LA CIUDAD INVISIBLE

Escribe Vicente Forcadell en su libro” Salamanca, aporía de la ciudad invisible”: “Si la ciudad se ha vivido de veras,si se ha vivido no sólo en ella sino con ella, ¿qué puede decirse de la ciudad que no sea demasiado íntimo como para decirlo? “ Parece una buena razón para callar. Y sin embargo, Salamanca, aunque últimamente haya cambiado en exceso, según algunos que la conocen y conocieron bien, fue la ciudad de nuestra juventud y merece ser recordada aquí ahora, aunque sea de paso y dejando a un lado lo excesivamente íntimo. Salamanca tiene dos caras: es una ciudad recogida y provinciana, con bares de tapas excelentes y una población autóctona acostumbrada a la calma de una modernidad sin comercio y una multitud de estudiantes foráneos que alquilan sus pisos destartalados a precios abusivos; pero es también dos o tres rincones hermosísimos y una luz de frío incomparable. Entre una y otra el viajero común sólo hallará la primera y parte de la segunda. Lo que distingue o podría distinguir a Salamanca del resto es algo que no puedo darles en estas páginas; está hecho de la materia de miles de paseos y miles de charlas, miles de copas y miles de noches. Esa ciudad ya murió, muere cada vez que un estudiante- por mucho que prolongue su estancia de modo artificial, negándose a la evidencia- pone fin a sus estudios. Ese modo de vida aislado de toda realidad, con grandes dosis de ficción y placer, muere cuando se coge el último tren a Chamartín ,ese que ya no volveremos a comprar de ida y vuelta. La verdadera Salamanca es, y siempre tuvo razón Vicente Forcadell, demasiado íntima para ser contada, pero no por pudor o exceso de recato, sino porque no coincide-excepto en minúsculos detalles- con la ciudad de cualquier otro estudiante.Y así, si yo preguntara ahora a alguno de aquellos, o a alguna, claro, que compartieron espacio y tiempo con nosotros, dudo mucho de que su relato y el mío coincidan más que en lo insubstancial. Y esa es la maravilla de las ciudades largo tiempo sentidas y presentidas, que pasan a ser parte de la personalidad y adquieren la cadencia de nuestros ojos o el matiz de nuestras manos. Mi consejo es que se pierdan en sus calles, no importa su nombre o condición; quizá vean con más claridad la cueva de Salamanca que su plaza mayor. Coman su carne y beban su vino; tal vez tengan suerte y les acompañe algo de nieve (la catedral con nieve cayendo la noche). Den un paseo en barca en el Tormes cuando sea primavera y hasta puede que siga allí aquel mesón de nombre “El corral de la Pacheca”, donde tantos domingos comíamos paella y sardinas. O puede que todo eso sólo esté ya en mi memoria y que esa ciudad esté hecha de aquellas mismas palabras de Humphrey Bogart en el “El halcón maltés”: “de la misma materia que los sueños”.

ABBAS KIAROSTAMI

A pesar de la sencillez de las películas de Abbas Kiarostami –me refiero al resultado y a la impresión que recibe el espectador, pues en el documental “Una semana con Kiarostami” vemos las cosas de otro modo muy diferente-, no es fácil ver las películas de este realizador iraní. Sus obras, si uno no ha visto las de Jafar Panahi o Monsen Makhmalbaf, parecerían sufrir el influjo directo del cine europeo tal y como lo entendía Rossellini, por ejemplo. Si además se le coloca junto a otros creadores que parecen concebir el cine de un modo similar, dígase Víctor Erice, Angelopoulos o incluso Godard, dan ganas de incluirlo directamente en los usos y maneras de cierto cine que nace en los años 50 como resultado de Roma,citta apertá. Y sin embargo, si nos acercamos a Panahi y a Makhmalbaf, entre otros, vemos que esa lenteza de mirada y morosidad de acción procede de un sentimiento también local y personal: son el molde formal adecuadísimo para unos espacios y unos modos de vida que requieren justa -mente de esa metodología de filmación. Si en Europa es el fin de una búsqueda, en Oriente es, me parece ser, un comienzo. Sí, las películas de Kiarostami-“¿Dónde está la casa de mi amigo?”,” El sabor de las cerezas”,”A través de los olivos”, “El viento nos llevará”, cualquiera de ellas, con esos niños de mirada limpísima y esos caminos polvorientos que se enrollan sobre sí mismos para desembocar en ninguna parte, son, digo,ejercicios de afinamiento de mirada donde el único argumento es el tiempo. Depurar la visión hasta que el tiempo, el instante, la duración se nos entregue; ese es el milagro al que aspira Kiarostami. Y si al principio, uno, no demasiado avezado en esto del gran cine,se desespera y se interroga, se cansa y se aburre, abandona en fin el cine o desco-necta de la película proyectada, hay que perseverar en el intento:lo fácil que nos propone Kiarostami es dificilísimo, pero puede aprenderse. Lástima que los tiempos que vivimos no estén para sutilezas del espíritu y ese tenderete de pequeños acontecimientos que nos propone el cine iraní. Hay una escena del documental “Una semana con Kiarostami” en que éste detiene la filmación porque le parece que falta “musgo” en la escalera de una casa: el tiempo. Las películas de Kiarostami son la infancia del mundo, la prehistoria de unos modos y modales que fueron los nuestros y que me temo ya ni siquiera son los suyos. Deténganse y miren;esas películas están tan llenas de tiempo
que inevitablemente, al salir del cine, su cabeza estará,también, llena de palabras.



PROGRAMA Nº8

http://www.archive.org/details/ElPerseguidorN8

sábado, 1 de diciembre de 2007

RAZÓN COMÚN

Da comienzo Elías Canetti a la historia de su juventud, con el epígrafe “la lengua salvada”, a la peculiar secuencia de una supervivencia: la de su lengua, física e intelectual; la primera, en una anécdota de infancia, pues en el recuerdo ve a un hombre sonriente que se le acerca navaja en mano y le dice: “Enséñame la lengua” y al hacer ademán de cortar, concluye:”Hoy todavía no, mañana”; el segundo episodio es la pugna interior de una lengua en extinción, el sefardí, y otras que se le irán agolpando como supervivientes que se niegan a perecer:inglés, alemán, francés. Como para George Steiner, el idioma son los idiomas. Estos políglotas procedentes de un mundo periclitado(lo decía Stefan Zweig en “El mundo de ayer” : “vengo de un mundo que ya no existe”), decía, que estos búlgaros, rumanos, austríacos, en fin, lo que fuere cada cual, abrazan en un momento de su vida adulta la lengua única de la razón común (ah , Heráclito!). “Sueños en idiomas olvidados” escribe lánguidamente en uno de sus apuntes. Y también: “El piensa desarraigarse de nuevo”. Entre el exilio y las palabras no hay más asidero que el oído, no en vano así se titula otro de sus libros de recuerdos:”la antorcha al oído”. Que el fuego del logos ilumine cuando los hombres olvidan su singularidad y crece el bulto informe de la masa. Cuenta que le vino ese libro, “Masa y poder” al verse vociferar en una manifestación,uno entre tantos. Quedó aterrado de sí mismo, del poder indescifrado del grito. Y cómo le dolía que Thomas Mann, precisamente él, el autor de “La montaña mágica”, no apreciara en su justo valor su “Auto de fe”. ¿Qué otra cosa se podía decir que no fuera esa cháchara enloquecedora del sinólogo y su esposa? ¿Y que mejor metáfora de una Europa en guerra que el incendio final de la biblioteca? La estupidez quema más que el fuego. Dice de Arthur Waley, al que conoció en Inglaterra: “Nos conocimos durante la guerra, yo lo visitaba de vez en cuando en Gordon Square, Bloomsbry, donde su biblioteca se hallaba en el piso más alto de la casa.” Y añade: “ Su cabeza escuchaba hacia la lejanía.Me gusta imaginar que en pos de palabras chinas que no tenían que ver absolutamente nada con el tema de nuestra conversación”. Entre las palabras recordadas y las inoídas ardía el silencio de las bombas.

MALCOLM LOWRY

Una sola novela y un destino contumaz: perder el único manuscrito y volver a escribirlo desde el principio. Para eso se necesita una virtud clásica: areté. No me pidan que traduzca esa palabra intraducible;mezclaría la delicadeza de Alonso Quijano con la determinación del bachiller Carrasco. En el prólogo a la edición americana, Stephen Spender, el gran poeta, escribió:” Principalmente “Bajo el volcán” trata de la demolición de los valores en el siglo XX. Así como el rey Lear trata de la caída del poder visto a través de los ojos hechos trizas de un rey, así “Bajo el volcán” habla del destino de Europa, una Europa sacudida por la guerra civil española", y esto a través de los ojos del cónsul Geoffrey Firmin”. Bueno, no está mal. Kurosawa habría dicho que “Ran” es la metáfora de un Japón hecho harapos por las luchas intestinas. Baste con saber que es la historia de un borracho en México.Quizá los oyentes más curiosos quieran verla emparentada con el “Ulysses” de Joyce o con” La tierra baldía” de T.S.Eliot. Sí, no estaría mal. Es la clase de destino que Sigbjorn Wilderness, otro alter ego de Lowry, habría matizado de la siguiente manera: “…como puedes ver , puedo afrontar perfectamente este tipo de cosas.” Seguir su correspondencia reunida bajo el título “El viaje que nunca termina” es una odisea alcohólica e intolerable: imaginen a un Ayax exhausto de tequila, ese es nuestro hombre. Y sin embargo, tras esa cortina mugrienta, hay una sintaxis diáfana y un amor por la vida que sólo de vez en cuando empaña una melancolía pegajosa y patética que haremos lo posible por disculpar. Escribir o beber, esa es la cuestión. Escribir para beber o beber para escribir.Y al fondo su cabaña, su barca, su gato y su pierna enyesada. Hay una foto de 1946, en la playa de Dollarton, en la Columbia Británica, que le describe a la perfección. En bañador, parece un cruce entre Hemingway y Dylan Thomas. Sí, algo de eso había, y también bondad y amor a la soledad, inundaciones e incendios, y “todos esos malditos manuscritos”. Ah, y un colofón digno de nuestro tiempo: “¿le gusta este jardín que es suyo? ¡evite que sus hijos lo destruyan! Eso mismo.

lunes, 26 de noviembre de 2007

CAMINO DEL FIN


Vengas de donde vengas, hagas el camino que hagas, tanto si eliges el camino francés, el aragonés o el del norte; el portugués, el inglés o el de la Plata, sabe que el camino no termina en la catedral de Santiago, ni siquiera en uno de los bares aledaños. No te conformes con los percebes, los chocos en su tinta o la orella de porco, todo regado, si los dioses te son propicias, con una botella de viño do Rosal ; tampoco te detenga la luz mortecina de las rúas, ni la lluvia menudísima (cómo chove miudiño) que te hará, sin duda, refugiarte en un café o en una librería de antigo (quizá, si eres afortunado, te topes con una edición de la poesía completa de Mantel Antonio o ,quién sabe, con una antología “xeitosa” de la lírica medieval galaico-portuguesa..No, el camino culmina en Fisterra, en el corazón de la costa da Morte, asomado al océano desde el faro y sintiendo o norte queimón en la cara (tranquilo, después te devolverá el temple un buen orujo de yerbas). Sólo ahí, en el Fis Térrea, te acordarás por ventura de Prisciliano y preferirás una fraga centenaria de Carballo o castañar a toda fábrica de los hombres (si es que el fuego ha respetado los sagrados bosques de Galiza, o el hormigón, ya se sabe, el progreso verdadero). Porque antes que que el sillar primorosamente labrado, el tímpano o las arquivoltas (hermosísimas, a qué negarlo) del Pórtico da Gloria, estuvo siempre la gloria del viaje, a viaxe, permítanme el gallego aquí, en femenino. Quizá el viaje empiece donde el hombre no llega. Haga lo posible, entonces, por llegar a Fisterra.

SÉPTIMO PROGRAMA

THOMAS BERNHARD


La primera imagen de Thomas Bernhard que uno recibe al leer uno de sus libros es la de un tipo ensimismado y egocéntrico, de sintaxis tortuosa y laberíntica, que no hace ningún esfuerzo por caer simpático ni parecer legible. Este austríaco odiador de Austria, perenne muñidor de su propia biografía, es uno de esos casos de “gran estilo” a los que sin duda se refería Juan Benet. Sería recomendable empezar el conocimiento de este autor por su trilogía de la infancia: “El aliento”, “El sotano”, “El origen” , aunque sólo fuera por coger carrerilla antes de enfrentar la lectura de ochomiles como “Corrección”, “Tala” o “Helada”. Escuchen: “ La atmósfera en casa de los Höller estaba todavía totalmente bajo la impresión de, sobre todo,las circunstancias del suicidio de Roithamer y me pareció en seguida, a mi llegada,favorable para ocuparme en casa de los Höller, de los escritos que me había dejado Roithamer, examinando y ordenando ese material escrito, y tuve de pronto la idea de no ocuparme sólo del legado de Roithamer, sino escribir al mismo tiempo sobre esa ocupación, lo que aquí ha comenzado,y para ello, la circunstancia de que, sin reservas, por parte de Höller, pudiera instalarme en seguida en casa de los Höller me era favorable, y aunque en casa de los Höller,…” He aquí un hombre que usa los conectores como si fuera un discurso forense, con una construcción zigzagueante y árida que al principio nos parecerá contener un aire escasamente oxigenado y levantará dudas sobre la conveniencia o cordura de llegar hasta la página 200. Sin embargo, si uno pasa ese trance y llega hasta el final, no dejará pasar un día hasta poner en su biblioteca la obra completa de Thomas Bernhard. Hechos a ese modo de respirar el idioma, (toda fe sea depositada en Miguel Sáenz, su traductor,excelente según dicen los que saben), crece en el lector un mecanismo transcriptor afín al del autor. Lo difícil se ha vuelto fácil y el galimatías discurso con sentido pleno. Pero no les quiero engañar. Si no aspiran a licores fuertes, si no han intentado meter nunca el diente en un trozo de oratoria (griega preferentemente) de la Antigüedad, si prefieren los modos destartalados de la novelística de argumentos, entonces, créanme, ni se acerquen; porque en Bernhard todo es precisión y ,como deseaba Paul Valery, rigor formal. Si usted es de los que creen que el arte se hace con contenidos, entonces este austríaco misántropo y admirador de Glenn Gould y Wittgenstein no es su hombre en absoluto. Si, por el contrario, creen con Bernhard que “ en la relidad todo es mucho más horrible aún que en mis libros”, entonces, corran a la librería y abríguense a conciencia.En las páginas de Thomas Bernhard hace muchísimo frío.

viernes, 23 de noviembre de 2007

lunes, 19 de noviembre de 2007

JACQUELINE DU PRÉ

Decía Zubin Metha en 1988: “ Recientemente estuve dirigiendo el concierto para cello de Elgar en Nueva York. Hacia el final del tercer movimiento sentí que no podía continuar. El cellista me miró y dijo: ¿estás pensando en ella, verdad?, “sí”, contesté.”Jacqueline du Pré había muerto un año antes a causa de la esclerosis multiple que sufría desde hacía quince años. Nadie podía sustituir a esa inglesita (oxoniense para ser exactos) de cuerpo robusto y dedos delicados. Verla con el cello entre las piernas , poseída de un furor mágico, era algo inolvidable, a juzgar por las palabras de Zubin Metha. Prueben a escuchar su interpretación de las seis suites para cello solo de Johan Sebastian Bach o las sonatas para cello de Beethoven que grabó con su marido Daniel Barenboim al piano. En el año 73 sus manos empezaron a pesar como plomo y toda su gracilidad quedó reservada a sus ojos, porque si tocando tuvo que ser una diosa rubia, no hubo de ser menos el fuego con que miraría tocar en sus últimos años. Se enamoró del sonido del cello cuando era una niña, al oír tocar en la radio. Desde entonces tocó y aprendió de los más grandes (excepto Casals, para quien seguro que ella era “excesiva”, demasiado “inglesa” como él la calificó). Dice John Keats, el poeta romántico inglés, en su "Oda a una urna griega": “las melodías oídas son dulces/ pero las inoídas son más dulces todavía”, y eso podría consolarnos de su silencio (pero esos versos son, desgraciadamente, también excesivos). Quizá sea mejor pensar que no hay consuelo. Tampoco para Metha, que no volvió a dirigir ese concierto de Elgar. Dijo: “ Nunca he olvidado que la primera vez que escuché éste concierto de Elgar fue con ella y termino sin saber qué es lo que me conmueve más, si la belleza del concierto mismo o su interpretación... creo que no hay respuesta precisa para ello. Tanto amor puede hacer vulnerable al ser más apasionado. De pronto la música llega y ya no se vuelve a ser el mismo.”

CRISTINO DE VERA

Los ojos de este hombre tienen la lumbre de los cuadros de Georges de la Tour.Cristino de Vera parece un cruce extraño de San Francisco y Giacometti, y sus cuadros un punto diminuto en la intersección que hubiera entre una pintura de Cezzane y una de Frai Angelico. ¿Qué hay detrás de esos cráneos, de esas rosas, de esos cuencos ?, ¿de qué ritmo interior y cabalístico nace esa secuencia de cestos sobre una mesa?, ¿a dónde se escondió el Amado de este pintor oculto? Cuenta Cristino que una vez fueron a visitarle unos amigos a su estudio a Madrid y al ver la austeridad en que vivía exclamaron “pareces un estudiante”. Para Cristino eso es un halago. Siempre será un estudiante que persigue(como Zurbarán) la belleza escondida en los pliegues de un manto de monje o en una ventana abierta con un cráneo en el alféizar. Dice de sí mismo: “Mi fondo es el de un ser asustado y solitario.” Puedo decirles que ver su obra expuesta en los sótanos de Silos (junto a Tapies y Sicilia) fue para mí una vez uno de esos lujosos momentos de la vida. Su obra está hecha de silencio y al silencio pertenece. “El tratamiento metafísico de la luz. Ese es el elemento más importante de mi pintura.” Y ahí, en esas figuras temblorosas (tal las botellas de Morandi), traspasadas -crucificadas- por la luz, se eleva toda la humildad y sencillez de un artista único. Entre un cesto y una rosa, figuras mediúmnicas , queda todo el hueco necesario, el vacío donde colocar la leyenda “ qué bien sé yo la fonte/ do mana y corre/ aunque es de noche”. Imagino a Cristino de Vera en Port Royal, meditando una línea de San Agustín, la viola da gamba desgranando a Marin Marais. Y también la muerte y las lágrimas y una eterna galleta mordida.

jueves, 15 de noviembre de 2007

lunes, 12 de noviembre de 2007

ROBERT WALSER

Se lee en el comienzo del Jakob von Gunten de Robert Walser: “Desde que estoy aquí, en el Instituto Benjamenta, he conseguido volverme un enigma para mí mismo”, y esas palabras que debieron pertubar a Kafka lo mismo que nos perturban hoy a nosotros, nos remiten al “me he vuelto un problema para mí mismo” de San Agustín en Las Confesiones. Entre papeles Kakfa hallaría alivio en los personajes de este suizo humildísimo y de una ingenuidad desarmante. Y sigue en el mismo libro:“Pero incluso a este respecto sigo siendo, por ahora, un enigma para mí mismo. Acaso en mi interior resida un ser vulgar, totalmente vulgar. O tal vez por mis venas corra sangre azul. No lo sé. Pero de algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola. De viejo me veré obligado a servir a jóvenes palurdos jactanciosos y maleducados, o bien pediré limosna, o sucumbiré.” En estas líneas o en otras de Los hermanos Tanner o El ayudante está ya todo Kafka, Musil y Broch, y en esas líneas está también Bartleby y el Wakefield de Hawthorne y todo Samuel Beckett. ¿Cómo, me pregunto, se nos ha pasado por alto este genio diminuto? Destestó toda su vida toda clase de seguridad y asidero, vivió siempre a caballo de trabajos que abandonaba sin pensarlo dos veces. A los 47 años empezó a sufrir trastornos nerviosos y alucinaciones auditivas, por lo que por consejo de su hermana decide ingresar en un sanatorio psiquiátrico. Pasó allí los últimos 25 años de su vida literariamente enmudecido. Walser despreciaba los ideales de prosperidad, aborrecía el éxito, era incapaz de someterse a ningún tipo de rutina o atadura. El editor Kart Seelig le preguntó al final de su vida si volvería a escribir. Walser contestó: "Con esa pregunta sólo se puede hacer una cosa: no responderla". Le encontraron muerto sobre la nieve unos muchachos a escasa distancia del manicomio. Final lujoso para un espíritu que se negó a todo modo de servidumbre.

ALEJANDRÍA

Alejandría es el reverso de Atenas, una empieza donde acaba la otra. Si Atenas es el mito fundacional de una civilización, Alejandría es su colofón. Si en Atenas el poeta fue siempre un tipo sospechoso, al menos desde La República de Platón, y se prefirió de siempre al político, al filósofo o al gimnasta, Alejandría es antes que nada una construcción verbal. Si Atenas aspiraba al orden y a eso que Pericles en su discurso fúnebre llamó “ belleza con economía y sabiduría sin blandicie”, Alejandría ha optado desde los inicios por una desmesura delicada y un desorden dócil. Sus habitantes, de nacer allí, toman la ciudad como un punto de partida más que como una meta alcanzada. Si Kavafis es inglés de adopción, Ungaretti es italiano. Ser alejandrino es,como pueden ver, ser otro la mayor parte del tiempo. Antes que recordar el nombre de sus calles o la presencia invisible de sus faro o biblioteca, la verdadera Alejandría se nos esconde en el pliegue de un poema como “El dios abandona a Antonio” o en un título como “El puerto sepultado”. Escribe Ungaretti: “Me hablaban de un puerto, un puerto sumergido, que debía preceder a la época ptolomeica, probando que Alejandría era un puerto ya antes de Alejandro, que ya antes de Alejandro era una ciudad. No se sabe nada de eso. Esa mi ciudad se consume y anonada de instante en instante.” De nada valdría nombrar sus calles, sus muelles o sus gentes, la ciudad estará siempre en las grietas, como Glenn Gould quería que se tocaran las Variaciones Goldberg. En esos intersticios Alejandría perdura.Ni siquiera es necesario (aunque no hace daño) leer el Cuarteto de Alejandría para localizar sus coordenadas. Basta con esto: “Dispuesto hace tanto, con audacia/digno tú de tal ciudad/acércate ven a la ventana/ con entereza escucha con lamentos no/quejas de cobarde/y al fin escucha goza de los ecos/de los sones sin igual de la mística comitiva/y dile adiós a esa a esa Alejandría que ya pierdes.” Quizá después de todo, Pericles también era alejandrino.

UNA SEMBLANZA DE SEBALD

W.G.Sebald podría haber sido plausiblemente un personaje de las novelas de Coetzee, alguien así como el protagonista de Desgracia, Hombre lento o Esperando a los bárbaros, un hombre en la cincuentena atropellado por un desaprensivo en una carretera secundaria de Norwich, donde trabajaba como profesor. De no haber muerto en ese trance, se habría convertido en un hombre hiperculto de prosa exquisita que sobrevive, como quería Jaime Gil de Biedma, “entre las ruinas de su inteligencia” . Alemán de origen, nunca creyó que su país hubiera mostrado la actitud adecuada tras la Segunda Guerra Mundial (hay un texto sobre Jean Améry iluminador en ese sentido), pero también se preguntó el por qué de tanto ahínco en la destrucción de una Alemania ya vencida. Su prosa es lenta, apoyada a las veces en unas fotografías en blanco y negro que van dando un contrapunto músical a un estilo solemne por austero. Que las imágenes son importantes en su armazón retórica lo insinúa esta cita sobre Kafka : “Querida , dice Kafka a Felice en relación con una fotografía en que ella lo mira melancólica, “las imágenes son bellas, no se puede prescindir de las imágenes, pero son también un tormento.”Qué lamentable que después de obras maestras como Austerlitz o Los anillos de Saturno no pudiera acabar la que había de ser una novela sobre Córcega, donde, en uno de los capítulos póstumos, se lee: “…el único objeto de aliviar nuestro sentimiento de culpa ante la sangre derramada fue para mí, precisamente por ser absolutamente absurda, un indicio de lo fuerte que es nuestro deseo de absolución y lo barato que la compramos siempre.”

PAT GARRET AND BILLY THE KID

Esta película crepuscular tiene en sus imágenes tanta violencia como Grupo salvaje o La huida, y sin embargo la misma delicadeza de La balada de Cable Hogue. La cara de Kris Kristofferson (Billy el Niño) enfrentada a la de James Coburn (Pat Garret) mientras se dicen estas palabras dignas de aparecer en el anecdotario de las Vidas de filósofos ilustres de Diógenes Laercio: “Los tiempos han cambiado, Billy” y la respuesta “las tiempos puede, yo no” con esa media sonrisa cómplice entre sorbo y sorbo y el humo en medio, pertenece a la memoria cinéfila de la humanidad. Este prodigio visual lo debemos a un alcohólico desastroso con tanto talento para el cine como para la autodestrucción. Cuando conseguía la dosis justa de cada uno de los componentes necesarios, las películas de Sam Peckinpah no se parecían a las de ningún otro. Pertenecen a una peculiar historia natural de la violencia, a una especie de suicidio por imágenes donde los ojos desmienten los movimientos del revólver. Cuando Billy the Kid, ya herido de muerte, dispara a un espejo, ahí en ese justo instante, Narciso ve en las aguas transparentes de la muerte el único cambio razonable. “Billy, los tiempos han cambiado” le espeta su ex compañero de correrías, Pat Garret, y Billy le responde, como un eco que acompasa el ruido de las balas y el estruendo de los cristales rotos: “Los tiempos puede, yo no”. Y un último aviso: si les apetece un western y desconfían de los tiempos que vive el cine, ni se les ocurre ir a ver esa tontada de Brad Pitt en la piel de Jesse James y diríjanse a ese otro clásico de Sam Fuller, "I shot Jesse James" , en español "Balas vengadoras". La belleza está asegurada.

domingo, 28 de octubre de 2007

TERCER PROGRAMA

PEPE CARVALHO Y BARCELONA


El detective Pepe Carvalho, con lh y no con ll, por ser de padres gallegos y aun algo aportuguesados, (esta es la primera clave del mestizaje existencial y también esencial del detective), ex agente de la Cía, perpetuo enamorado de una Dulcinea que atiende al nombre de Charo, (puta no de calle sino de casa), con un ayudante enano al que cariñosamente llama “el feto” y cuyo nombre real es Biscuter (ex presidiario) y un informador secreto llamado Bromuro, limpiabotas y ex legionario, bien, decía que este detective ha hecho de Barcelona, entre caso y caso, entre muertes reales, imaginarias,inverosímiles e imposibles (todos los modos de la realidad se dan en sus novelas) el itinerario de sus correrías, la Mancha de este “deshacedor de entuertos” un poco escorado a la izquierda en casi todo y definitivamente cansado de todo. Comience usted su paseo en La Rambla, donde la Fuente de Canaletes, baje hasta el Mercat de la Boquería, donde Carvalho se abastece de todo lo necesario para un sofrito de primera,
Váyanse luego hasta el barrio del Raval con su mestizaje preolímpico y en vías de extinción, y llégense luego hasta la Plaça Reial, hasta el bar Glaciar, donde tomar un vino blanco helado antes de empezar la noche. De aquí al barrio de la Ribera y finalmente el restaurante Casa Leopoldo, donde bastará que den la contraseña para una noche mágica: “ponme lo que quieras, estoy aquí para aprender”. Y recuerden las palabras de Carvalho : “ Todo mi desprecio por la cultura en general como máscara lo aparco cuando se trata de la comida. La única máscara que acepto de buen grado es la cocina.”

TERCER PROGRAMA

UNA SEMBLANZA DE PAUL KLEE


Este suizo de ojos minoicos, enamorado de la infancia como un Proust de la línea,
pasó de un estilo a otro sin cambiar un ápice de estilo, pues su estilo estaba en él invariable desde los seis años (vean si no sus dibujos en papel de seda de los primeros años y compárenlos después con esa Sybila del 38, dos años antes de su muerte. Después de un viaje a Túnez escribió en su diario: "El color me posee, no tengo necesidad de perseguirlo, sé que me posee para siempre... el color y yo somos una sola cosa.” Le fascinó toda su vida ese reducto de la imaginación más primitiva y se aficionó al teatro y las marionetas (una que le representa a él mismo es hermosísima). Con la llegada de los nazis al poder, este artista inocentísimo pasó a ser artista “degenerado” y sus obras ,literalmente, “el producto de una mente enferma”. (No duden en consultar el libro “la lengua del Tercer Reich” de victor Klemperer, para el significado de la terminología nazi.) En 1921 Walter Benjamín, otro profeta de nuestro tiempo, escribió sobre una acuarela de Klee, llamada Angelus Novus: “ …un ángel a punto de retirarse de algo que mira fijamente. Sus ojos atentos, su boca abierta, las alas desplegadas. Así es como uno se imagina al ángel de la historia. Mira hacia el pasado…pero una tormenta le empuja hacia el futuro mientras la pila de escombros frente a él crece hasta el cielo. Esa tormenta es a lo llamamos progreso.” Murió en 1940.

miércoles, 24 de octubre de 2007

miércoles, 17 de octubre de 2007

RECOMENDACIONES INTEMPESTIVAS

Abrimos la sección Recomendaciones intempestivas con una película extraña,radicalmente antiactual. Incluso puede decirse que dentro de la obra de su autor no ocupará nunca una posición señera. La película es “El asado de Satán”, su autor Rainer werner Fassbinder. Es del año 1976 y por ponerla en contexto decirles que es coetánea de Saló o los 120 dias de Sodoma de Pier Paolo Pasolini, un cineasta que aparecerá en esta sección con toda seguridad. Ambas destilan un hastío de la racionalidad, pero nunca para desembocar en un antihumanismo sino más bien en una nueva formulación de este. “El asado de Satán” y también, claro,”Saló” son una muestra de la búsqueda sincera de un estilo, de un antiestilo, si lo prefieren. En breve: un escritor en crisis creativa decide plagiar hasta la usurpación física a su artista favorito,Stefan George, el poeta simbolista.Asistimos así a una metamorfosis a través del plagio. Si ubicamos “El asado de Satán” frente a “Effi Briest” o la trilogía de las mujeres (Maria Braun,Petra von Kant,Verónica Voss o la misma Lola) de un narrar más fluido y casi clásico, nuestra pelicula de hoy es un ejemplo de cine desasosegante, que puede gustar o no, que puede incluso aparecer en una primera ocasión como detestable, pero que seguro no les dejará indiferentes. Sitúenla en la estela del teatro de la crueldad, de la serie Ubú Rey o del teatro del absurdo, esta película es cine para todos, una carcajada violenta y desesperada contra la banalidad del cine actual. Ódienlo, pero entren en Fassbinder, si es que lo encuentran.

Vidas paralelas

Acabamos de escuchar Abril en París, estándar del jazz clásico en los dedos de Thelonious Monk. En nuestra primera entrega de Vidas paralelas hemos elegido a dos hombre de formación musical radicalmente distinta (se puede señalar que Monk es casi enteramente autodidacta y Gould recibe una formación musical temprana y muy extensa. ¿Qué une a estos dos hombres más allá de compartir año de muerte(1982), dos hombres cuya trayectoria vital va con el curso de los años confluyendo en un mismo cauce que desembocará en un por así llamarla indiferencia hacia el público o quizá mejor una huida de la presencia de los oyentes? Hay dos escenas que marcan sus vidas: la noche en que Gould comunica a Von Karajan su decisión de no volver a tocar frente a audiencias; dos, la noche en que Count Basie frente al piano de Monk sonríe beatíficamente dejando traslucir con toda claridad lo que hay en su mente. Ambos comparten una ejecución de tanteo, con ese dedo buscador, indagante que sobre el teclado se desplaza mientras busca. De ambos se ha señalado hasta la saciedad su asombrosa perfección técnica, su obsesión por una pureza sonora y es ejemplar que nunca dará lugar en ellos a esa intransigencia o fanatismo típicos de tales ascéticas. Dieron al público una muestra de honradez que los oyentes les han agradecido con creces. Se escondieron, es verdad, pero sólo para revelarse finalmente en una mayor hondura y transparencia. Vamos a escuchar la belleza intemporal, inmarcesible, popularísima del aria que abre las Variaciones Goldberg en la versión de 1981 en los dedos de Glenn Gould.

domingo, 14 de octubre de 2007

RECOMENDACIONES INTEMPESTIVAS

¿Qué tal un poco de Fassbinder para abrir boca?

ROBERTO ROSSELLINI

Roberto Rossellini es un cineasta que trasciende la metodología del cine como medio de entrenimiento, de ensoñación, para proyectarse como gran impulsor de un modo de búsqueda en que el conocimiento a través de las imágenes sea la vocación principal de la experiencia audiovisual.

GLENN GOULD LEAVES

As part of a tune (Autumn leaves) or as the keyword in the coarse rehearsal of his audacity (Lester Young´s ), the third person singular of this irregular verb has a long tradition in conveying almost any both permanent and unsteady shade of meaning (beg your pardon for the Benetian syntax). Glenn Gould´s humble humming all along the music satisfies both standards, not only managing to acquire a higher level of understability but also displaying a sophisticated farewell ceremony which leaves a Bachian scent hanging about by way of apology. Listening to Glenn leaning over the keyboard poses a timely question: is music the autumnal tube of time so long listened for?

DE ZONA A REGIÓN

Conversación imaginaria -mas no inverosímil- entre Andrei Tarkovsky y Juan Benet.
(En torno a una mesa camilla venida a menos, una botella de J.B. en medio, el cierzo afuera.)(...)

J.B: ¿ Sabes, Andrei, que no me gustó Stalker?
A.T: ¿Puede saberse por qué?
J.B: Le falta estilo. Es magnífica y vacía, como una página de Joyce.
A.T:¿Y tú dices éso? ¿El autor de Saúl ante Samuel?
J.B: ¿Qué insinúas?A.T: Escribes muy bien, pero apenas eres escritor.
J.B: Es lo contrario de lo que yo pienso de Joyce.
A.T: Bien. ¿Entonces?
J.B: ¿Crees que tú haces cine acaso?
A.T: Hasta que rodé Sacrificio tuve mis dudas.
J.B: Te comprendo. Es lo único que se salvará de tu obra.
A.T: ¿Y el Andrei Rubliev
?J.B: Rusia ya tenía su Alexander Nevski, pero Sacrificio ...
A.T: Ya.
J.B: ¿Y de mí? ¿Qué quedará de mí?
A.T: El ángel del Señor abandona a Tobías.
J.B: No entiendes nada de literatura.
A.T: Ni tú de cine.
J.B: Oye. Se me ocurre que quizá saldría una buena película si soltaran a tus personajes en mis novelas.
A.T: Sí, quizá.
J.B: ¿Otro whisky?
A.T: ¿Por qué no?(...)

COMIENZO DE UNA SINGLADURA

El perseguidor comienza su viaje el día 16 de Octubre de 2007 a través de la nave de Radio Guiniguada 105.9 . A pesar de las aguas encrespadas de nuestro tiempo, pretendemos que nuestro viaje sea prolijo y abundante en aventuras y experiencias enriquecedoras. Nutriremos nuestro viaje con miradas nuevas, curiosas y ricas. Atracaremos en cuantos puertos nos abran sus puertas para empaparnos de lo que saben o intuyen las personas que nos encontremos y que nos encuentren; festejaremos pasar juntos un tiempo fecundo para todos y proseguiremos viaje sumando a quienes quieran conocerse a sí mismos reconociendo el mundo.