lunes, 12 de noviembre de 2007
ALEJANDRÍA
Alejandría es el reverso de Atenas, una empieza donde acaba la otra. Si Atenas es el mito fundacional de una civilización, Alejandría es su colofón. Si en Atenas el poeta fue siempre un tipo sospechoso, al menos desde La República de Platón, y se prefirió de siempre al político, al filósofo o al gimnasta, Alejandría es antes que nada una construcción verbal. Si Atenas aspiraba al orden y a eso que Pericles en su discurso fúnebre llamó “ belleza con economía y sabiduría sin blandicie”, Alejandría ha optado desde los inicios por una desmesura delicada y un desorden dócil. Sus habitantes, de nacer allí, toman la ciudad como un punto de partida más que como una meta alcanzada. Si Kavafis es inglés de adopción, Ungaretti es italiano. Ser alejandrino es,como pueden ver, ser otro la mayor parte del tiempo. Antes que recordar el nombre de sus calles o la presencia invisible de sus faro o biblioteca, la verdadera Alejandría se nos esconde en el pliegue de un poema como “El dios abandona a Antonio” o en un título como “El puerto sepultado”. Escribe Ungaretti: “Me hablaban de un puerto, un puerto sumergido, que debía preceder a la época ptolomeica, probando que Alejandría era un puerto ya antes de Alejandro, que ya antes de Alejandro era una ciudad. No se sabe nada de eso. Esa mi ciudad se consume y anonada de instante en instante.” De nada valdría nombrar sus calles, sus muelles o sus gentes, la ciudad estará siempre en las grietas, como Glenn Gould quería que se tocaran las Variaciones Goldberg. En esos intersticios Alejandría perdura.Ni siquiera es necesario (aunque no hace daño) leer el Cuarteto de Alejandría para localizar sus coordenadas. Basta con esto: “Dispuesto hace tanto, con audacia/digno tú de tal ciudad/acércate ven a la ventana/ con entereza escucha con lamentos no/quejas de cobarde/y al fin escucha goza de los ecos/de los sones sin igual de la mística comitiva/y dile adiós a esa a esa Alejandría que ya pierdes.” Quizá después de todo, Pericles también era alejandrino.
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