lunes, 26 de noviembre de 2007

SÉPTIMO PROGRAMA

THOMAS BERNHARD


La primera imagen de Thomas Bernhard que uno recibe al leer uno de sus libros es la de un tipo ensimismado y egocéntrico, de sintaxis tortuosa y laberíntica, que no hace ningún esfuerzo por caer simpático ni parecer legible. Este austríaco odiador de Austria, perenne muñidor de su propia biografía, es uno de esos casos de “gran estilo” a los que sin duda se refería Juan Benet. Sería recomendable empezar el conocimiento de este autor por su trilogía de la infancia: “El aliento”, “El sotano”, “El origen” , aunque sólo fuera por coger carrerilla antes de enfrentar la lectura de ochomiles como “Corrección”, “Tala” o “Helada”. Escuchen: “ La atmósfera en casa de los Höller estaba todavía totalmente bajo la impresión de, sobre todo,las circunstancias del suicidio de Roithamer y me pareció en seguida, a mi llegada,favorable para ocuparme en casa de los Höller, de los escritos que me había dejado Roithamer, examinando y ordenando ese material escrito, y tuve de pronto la idea de no ocuparme sólo del legado de Roithamer, sino escribir al mismo tiempo sobre esa ocupación, lo que aquí ha comenzado,y para ello, la circunstancia de que, sin reservas, por parte de Höller, pudiera instalarme en seguida en casa de los Höller me era favorable, y aunque en casa de los Höller,…” He aquí un hombre que usa los conectores como si fuera un discurso forense, con una construcción zigzagueante y árida que al principio nos parecerá contener un aire escasamente oxigenado y levantará dudas sobre la conveniencia o cordura de llegar hasta la página 200. Sin embargo, si uno pasa ese trance y llega hasta el final, no dejará pasar un día hasta poner en su biblioteca la obra completa de Thomas Bernhard. Hechos a ese modo de respirar el idioma, (toda fe sea depositada en Miguel Sáenz, su traductor,excelente según dicen los que saben), crece en el lector un mecanismo transcriptor afín al del autor. Lo difícil se ha vuelto fácil y el galimatías discurso con sentido pleno. Pero no les quiero engañar. Si no aspiran a licores fuertes, si no han intentado meter nunca el diente en un trozo de oratoria (griega preferentemente) de la Antigüedad, si prefieren los modos destartalados de la novelística de argumentos, entonces, créanme, ni se acerquen; porque en Bernhard todo es precisión y ,como deseaba Paul Valery, rigor formal. Si usted es de los que creen que el arte se hace con contenidos, entonces este austríaco misántropo y admirador de Glenn Gould y Wittgenstein no es su hombre en absoluto. Si, por el contrario, creen con Bernhard que “ en la relidad todo es mucho más horrible aún que en mis libros”, entonces, corran a la librería y abríguense a conciencia.En las páginas de Thomas Bernhard hace muchísimo frío.

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