lunes, 12 de noviembre de 2007

UNA SEMBLANZA DE SEBALD

W.G.Sebald podría haber sido plausiblemente un personaje de las novelas de Coetzee, alguien así como el protagonista de Desgracia, Hombre lento o Esperando a los bárbaros, un hombre en la cincuentena atropellado por un desaprensivo en una carretera secundaria de Norwich, donde trabajaba como profesor. De no haber muerto en ese trance, se habría convertido en un hombre hiperculto de prosa exquisita que sobrevive, como quería Jaime Gil de Biedma, “entre las ruinas de su inteligencia” . Alemán de origen, nunca creyó que su país hubiera mostrado la actitud adecuada tras la Segunda Guerra Mundial (hay un texto sobre Jean Améry iluminador en ese sentido), pero también se preguntó el por qué de tanto ahínco en la destrucción de una Alemania ya vencida. Su prosa es lenta, apoyada a las veces en unas fotografías en blanco y negro que van dando un contrapunto músical a un estilo solemne por austero. Que las imágenes son importantes en su armazón retórica lo insinúa esta cita sobre Kafka : “Querida , dice Kafka a Felice en relación con una fotografía en que ella lo mira melancólica, “las imágenes son bellas, no se puede prescindir de las imágenes, pero son también un tormento.”Qué lamentable que después de obras maestras como Austerlitz o Los anillos de Saturno no pudiera acabar la que había de ser una novela sobre Córcega, donde, en uno de los capítulos póstumos, se lee: “…el único objeto de aliviar nuestro sentimiento de culpa ante la sangre derramada fue para mí, precisamente por ser absolutamente absurda, un indicio de lo fuerte que es nuestro deseo de absolución y lo barato que la compramos siempre.”

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