sábado, 1 de diciembre de 2007

RAZÓN COMÚN

Da comienzo Elías Canetti a la historia de su juventud, con el epígrafe “la lengua salvada”, a la peculiar secuencia de una supervivencia: la de su lengua, física e intelectual; la primera, en una anécdota de infancia, pues en el recuerdo ve a un hombre sonriente que se le acerca navaja en mano y le dice: “Enséñame la lengua” y al hacer ademán de cortar, concluye:”Hoy todavía no, mañana”; el segundo episodio es la pugna interior de una lengua en extinción, el sefardí, y otras que se le irán agolpando como supervivientes que se niegan a perecer:inglés, alemán, francés. Como para George Steiner, el idioma son los idiomas. Estos políglotas procedentes de un mundo periclitado(lo decía Stefan Zweig en “El mundo de ayer” : “vengo de un mundo que ya no existe”), decía, que estos búlgaros, rumanos, austríacos, en fin, lo que fuere cada cual, abrazan en un momento de su vida adulta la lengua única de la razón común (ah , Heráclito!). “Sueños en idiomas olvidados” escribe lánguidamente en uno de sus apuntes. Y también: “El piensa desarraigarse de nuevo”. Entre el exilio y las palabras no hay más asidero que el oído, no en vano así se titula otro de sus libros de recuerdos:”la antorcha al oído”. Que el fuego del logos ilumine cuando los hombres olvidan su singularidad y crece el bulto informe de la masa. Cuenta que le vino ese libro, “Masa y poder” al verse vociferar en una manifestación,uno entre tantos. Quedó aterrado de sí mismo, del poder indescifrado del grito. Y cómo le dolía que Thomas Mann, precisamente él, el autor de “La montaña mágica”, no apreciara en su justo valor su “Auto de fe”. ¿Qué otra cosa se podía decir que no fuera esa cháchara enloquecedora del sinólogo y su esposa? ¿Y que mejor metáfora de una Europa en guerra que el incendio final de la biblioteca? La estupidez quema más que el fuego. Dice de Arthur Waley, al que conoció en Inglaterra: “Nos conocimos durante la guerra, yo lo visitaba de vez en cuando en Gordon Square, Bloomsbry, donde su biblioteca se hallaba en el piso más alto de la casa.” Y añade: “ Su cabeza escuchaba hacia la lejanía.Me gusta imaginar que en pos de palabras chinas que no tenían que ver absolutamente nada con el tema de nuestra conversación”. Entre las palabras recordadas y las inoídas ardía el silencio de las bombas.

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