lunes, 28 de enero de 2008

LA DOLENCIA DEL OÍDO


Wystan Hugh Auden realizó el trayecto inverso a poetas como T.S.Eliot o Ezra Pound, que viajaron de los Estados Unidos a Europa en busca de un refugio espiritual que la América liberal y modernizadora les negaba. Auden viajó desde su Birmingham natal hasta los Estados Unidos, huyendo de una Inglaterra empobrecida cultural y económicamente. Auden pertenece a la generación de Stephen Spender, Cecil Day-Lewis y Louis McNeice, siendo ésta la generación anterior a la de Owen, la generación de la primera guerra. Al cambiar de continente, Auden cambió también de influencias, y su poesía iría perdiendo un lirismo inicial a lo Yeats o Hardy para dotarse de ese aire reflexivo y de largo aliento que le caracterizaría desde entonces. Un tono irónico, un lenguaje depurado de retórica, con la elegancia de un hombre culto que mira la vida con aire desenfadado. Lo dijo él maravillosamente: “ ser capaz de dedicar toda una vida al arte sin olvidar que el arte es frívolo es un logro muy señalado, que no está al alcance de cualquier talante”. Auden entendía la poesía como un juego, una maquinaria capaz de imitar la vida, un artefacto lingüístico, incluso, como escribió él, “una compensación de una vida menoscabada”. Su poesía a veces parece la del Eliot de los Four Quartets, pero un Eliot más jovial, menos petulante, con esos meandros sintácticos en los que la ironía se debe más al ritmo que a lo dicho, cercano ya en algunos poemas a otros posteriores de Philip Larkin. Le asqueaba una sociedad donde el amor a la palabra, al conocimiento y a los maestros aparecía envuelta en la gasa sucia del mercantilismo y el interés a toda costa. Su amor por la forma, por el andamiaje sintáctico y metafórico de un mundo reducido a palabras, autor de algunos de los más convincentes poemas de la segunda mitad del siglo XX. En uno de ellos, New Year Letter, escrito en 1940, dijo: “Art in intention is mimesis/ But realised, the resemblance ceases;/ Art is not life and cannot be/ A midwife to society,/ For art is a fait acompli.”,y también en el poema “In memory of W.B.Yeats , de enero de 1939: “The words of a dead man/ Are modified in the guts of the living”. Cualquier cosa para no olvidar que el verso era una especial dolencia del oído , “a special illness of the ear”. Murió en 1973 con 66 años, cuando ya su rostro enfermo parecía-según dijo él mismo-“ una tarta de bodas olvidada bajo la lluvia.” Cuánto le debían Biedma y Ferrater a este hombre se adivina leyéndoles a los tres uno tras otro: la misma introspección y la misma mueca triste.

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