martes, 8 de enero de 2008

HACIA EL HIELO



Este neoyorquino de modales atrabiliarios y mala vista-esto le une por igual con Joyce y Dante, aunque su personaje principal,el capitán Ahab, sea más bien de estirpe shakespearana- hizo del mar una vasta oficina y de las oficinas un mar inmenso donde los monstruos a veces eran visibles y a veces se ocultaban, recelosos, en las vastas profundidades; de hecho, desde Moby Dick a Bartleby, el escribiente, y desde Pierre o las ambigüedades hasta Billy Budd, una galerna interminable azota sus páginas, lo mismo si el estilo es a lo Stendhal, a lo Kafka o al modo intemporal de los salmistas bíblicos, todo lo escrito fluye hacia las aguas densísimas previas a la tormenta. Además cuenta el detalle de que su obra maestra ,Moby Dick,esté dedicada a Nathaniel Hawthorne, el creador de Wakefield, personaje en la línea de Bartleby y luego del mismo K., o incluso de los de la trilogía beckettiana:Malone,Molloy y el Innombrable. Si Cervantes llenaba su prólogo de sonetos ficticios firmados por nobles de su tiempo o incluso por personajes del mismo libro, Melville hace lo propio dándonos citas, definiciones ,versos o extractos de tantas otras obras donde aparezca su protagonista la ballena, empezando por la etimología proporcionada por “un difunto auxiliar tísico de una escuela primaria” y acabando por las “citas proporcionadas por un sub-subbibliotecario”. Es fácil detectar en estas páginas la espesura cromática que la verdad y lo verosímil tenían para Melville, a la vez que el lector hará bien en no tomar a la ligera la irónica advertencia que estas líneas plantean. Melville es de la estirpe de los grandes satíricos y quien no lea Moby Dick con la sonrisa presta corre el riesgo de poner acentos solemnes donde quizá sólo haya un tono risueño y menor. En efecto, la imagen del capitán Ahab arrastrado por la ballena hacia las profundidades no anda muy lejos de don Quijote zarandeado por las aspas. Es probable que los buscadores de moralejas o de oscuras alegorías frunzan el ceño y exijan al momento su dosis de gravedad; haya paz, búsquenla y la hallarán, ese es el milagro de las obras maestras: en ellas cabe todo -por caber, cabe hasta la posibilidad de que esta novela tragicómica haya sido un éxito para el público infantil-juvenil-. ¿Y si Moby Dick fuera la novela no-escrita de Bartleby? Escuchen a Melville: “Ahora le veo, a aquel pálido auxiliar, raído de traje,corazón,cuerpo y cerebro…” Es el fiel retrato del escribiente, sin duda, o incluso,si me apuran, de Hamlet Bajo la mesa donde se parapetaba, Bartleby-igual que un náufrago en mitad del océano- iniciaba cada noche su pacífica metamorfosis.

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