viernes, 11 de abril de 2008

PROGRAMA Nº25

ARQUÍLOCO DE PAROS


Dice Juan Ferraté, hermano de aquel Gabriel Ferrater del que nos ocupamos en un programa anterior y del que hay una correspondencia con Biedma que considero superior a muchos tratados de Estilística, que entre Arquíloco y Píndaro se observa la misma distancia que entre nuestro Arcipreste de Hita y Góngora, y añade: “y sugiero al lector que se tome muy en serio el paralelo.” No me detendré aquí en lo que el futuro lector, si lo hubiere, haya de saber en torno a nuestro poeta, pues si lo desea, nada más fácil que acudir a esos “Líricos griegos arcaicos” en la editorial Sirmio, o a la mayor “Líricos griegos arcaicos” en Alma mater, o a la “Historia de la literatura griega “ de Albin Lesky, si el deseo es ya irrefrenable. Sólo decirles que entre esos poetas elegíacos,yambógrafos, corales o monódicos, donde hay genios de la altura de Teognis, Solón o Safo, la figura de Arquíloco aparece , a mi entender, señera. Este hombre, que tuvo su acmé alrededor del 650 a.C, no muy lejos de Homero o Hesíodo, si es que ese dato nos puede decir algo, es autor de “restos poemáticos”, de reliquias de sentido- tal como un trozo de porcelana samian romana puede decir algo del jarrón que la envolvía- de una calidad superior. Lo que nos queda es, sin embargo, suficiente y contundente y, además, el mejor indicio de que en arte el progreso es cualquier cosa antes que avance o innovación, mejora o perfeccionamiento. Sólo decirles que la condena de poetas como Píndaro o Heráclito-y los dos son poetas en el sentido en que Wittgenstein es filósofo, lógico y matemático a la vez- es su mejor pasaporte para mi simpatía personal, a pesar de que cuento a los otros dos entre mis apetencias más desordenadas. El yambo, ese metro gamberro de la antigüedad, se prestaba con excelencia al uso y abuso descarnado de una personalidad hecha jirones, ambigua y decadente, si ese adjetivo anacrónico traduce bien la categoría “amejanós” arcaica, incapacidad desesperanzada y alejada de una virtud abarcadora, la de la “gloria”, insoslayable, ápice de la pirámide valorativa griega. Y a la vez es Arquíloco el poeta de la búsqueda de la medida, de una medida quizá distinta a la medida de sus contemporáneos, dotado de una escala distinta y personal. Escuchen:

Corazón, corazón, por pesares invencibles turbado,
Te levanta, y la hostilidad resiste echando en frente
El pecho, a los intentos del enemigo oponte
Firmemente; y no ,venciendo, en mucho te vanaglories
Ni, vencido ,en casa hundiéndote te aflijas,
Sino en las alegrías te alegra y en los males no te apenes
En exceso: sabe que tal es el ritmo que a los hombres tiene.


Disculpen el tono arcaizante de la traducción,. Reconozco que la de Juan Ferraté es más legible y hermosa, aunque carecezca de la dureza del original, una aspereza que, es verdad, me hace recordar a Juan Ruiz y también a Biedma, por alargar la boutade.Y si en nuestra época ya es ejemplo de candidez invocar la lectura de un trozo de poesía que no contenga las fórmulas de lo más reciente, imagino lo que será desearles el acercamiento a Arquíloco, y mucho más, premiarles con este “Himno al sol” descubierto por Vicenio Galilei en 1580, que procedente de manuscritos bizantinos, musica con ingenuidad maravillosa el gran Gregorio Panigua.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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