CHET BAKER MEETS ART PEPPER
Prueben a pasar una tarde con Let´s get lost, el documental de Bruce Weber en torno a Chet Baker y con Art Pepper: notas de un superviviente del jazz, a partir de un proyecto de su compañera de los últimos años. Hay una línea fina que une las peripecias de estos dos magníficos jazzmen, y no me estoy refiriendo precisamente al alcohol y las drogas, que sin duda también es un hilo conductor común; no, me estoy refiriendo a la posibilidad redentora, a la semilla de resurrección que hay dentro del amor a una forma de arte, en este caso el jazz. Ese amor transfigura todo lo que vemos en Let´s get lost (Perdámonos, un standard maravilloso en la voz de Billie), desde el rostro de yonqui deBaker en un descapotable, los ojos cerrados y el viento encima, casi como en una estampa de una pasión mística; o también en las imágenes de Art Pepper, que tras salir de la cárcel interpreta uno de sus temas preferidos bajo el impulso frenético de una reciente acpetación de los modos del más tempestuoso John Coltrane. Si seguimos al pie de la letra cada una de las frases de Baker o Pepper, de entre los matices y accidentes surge la sola línea definitiva del amor al instrumento. Desde aquel lejano solo en “My funny Valentine”, año 1952, como miembro del cuarteto de Gerry Mulligan, Baker asombró por la rotunda sinceridad de sus solos, con esa “femineidad” en el fraseo que menciona Joachim Berendt, con algo también de Bix Beiderbecke en la belleza formal de su ejecución. No hay quien olvide la fragilidad en el alambre de su voz, tan exigua y a la vez tan perfecta de matices, voz que fue disociándose de su rostro con el pasar de los años, milagro débil para el que no había silencio, al final ya, adecuado. La tradición en la que se inserta Pepper es la de los grandes contraltos: Hodges, Benny Carter o Bird, y ya en el cool jazz, la figura sobresaliente de Konitz. Art Pepper se movió entre Konitz y Parker, a veces con el lirismo del primero, otras atrapado por el blues incandescente del segundo. Las drogas que no dieron tregua jamás a Baker, concedieron a Pepper unos últimos años de paz, años en los que su música resurgió plena y de nuevo poderosa.Para Chet Baker no hubo segundas oportunidades, y quizá esa es la razón de que su voz suene a recién llegada de otro sitio, un sitio del que nunca quiso moverse.
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