domingo, 18 de mayo de 2008

PROGRAMA Nº29

VIAJE AL REFUGIO



Desde las semanas que van desde la aparición repentina del título, Rose-eater, comedora de rosas, en Viana do Bolo, caminando entre carballos después de un magnífico polbo a feira y un humilde pero saciante tinto de Valdeorras, hasta la noche del refugio,donde a partir de unas estrofas ya logradas emergió incólume el marlín azul de la canción, entre ambos se levantan intactos los límites del refugio. Ya un par de sábados antes, pues en mi pasado todos los acontecimientos hay que enmarcarlos ,entre sábados, que era cuando el huésped de la veintitrés-algún día hablaremos de este personaje-hacía sus breves maletas y marchaba rumbo a Salamanca-, decía que entonces, ya un par de sábados antes, Bruno nos había mostrado, de visita en el refugio, quizá aunque sin saberlo haciendo ya los preparativos para la gran noche, Bruno nos había cantado-y brotaba el sonido purísimo allá arriba, entre los castaños el vapor de las palabras- las primeras estrofas del tema, aún tanteos de lo que ya se intuía como uno de los grandes logros de nuestro cancionero privado. Cuando llegó el día, uno de esos de enero gélidos de Castilla, y después de hacer acopio de leña de encina,la mejor para durar ,de víveres y mantas, nos dirigimos sierra arriba. La noche transcurrió muy plácidamente y las canciones surtían fáciles , como si hubieran estado esperando ese ámbito privilegiado para dar lo mejor de sí mismas. Sé que esas canciones quedaron grabadas y sé que esas cintas también desaparecieron, igual que todas las anteriores. Quizá sea mejor así, quizá tuvieron que desaparecer para que hoy suenen así de ciertas en la memoria, como quería John Keats: la música oída es dulce, pero la inoída, más todavía. Tras una noche durísima de frío, arracimados los cuerpos en torno al fuego, como en el verso de Góngora, sólo aguardábamos el canto de las aves para abandonar el lugar, la llegada de la luz primera. Me hace sonreír que en nuestro deseo de dejar atrás el frío, uno de nosotros confundiera el ave de la mañana con un agorero pájaro de la madrugada,igual que Romeo cree oír al ruiseñor cuando en realidad es la alondra de la mañana y debe abandonar a Julieta. Nos despedimos del refugio y , mientras nos lavábamos la cara en una pequeña fuente, junto a la casa, sonaba en nuestras cabezas, rotunda estalagmita, la poderosa urdimbre de la comedora de rosas.

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