domingo, 14 de diciembre de 2008

LA DERIVA

Escribe Marcel Schwob en su libro “Ensayos y perfiles”, en el capítulo titulado “El terror y la piedad”:” Los dos extremos entre los cuales el arte oscila parecen ser la simetría y el realismo. En la simetría, la vida está sujeta a reglas artísticas convencionales; en el realismo, la vida se reproduce con todas sus inflexiones menos armónicas.” Para entender este párrafo, es necesario haberle escuchado antes diferenciar entre “imitación” y “remedo”: remedar sería algo así como una copia aparente de la melodía que tiñe los sucesos de cosas de los que se compone la realidad; imitar equivale a perseguir el método constructivo profundo con que la realidad actúa, sus patrones armónicos; en términos marinos supone distinguir entre el rumbo de superficie y el rumbo sobre el fondo. Cuando Goethe sale de Weimar en 1786 rumbo a Italia, puede decirse que ha pasado ya por el realismo y que la simetría le tienta con su jaula de oro. Abandona Alemania, recorre el norte de Italia, se instala en Roma, y entonces sucederá, el domingo 13 de mayo de 1787, el acontecimiento que tan maravillosamente ha retratado Hans Blumemberg en su libro “ La inquietud que atraviesa el río”. Escribe: “…el mar no entre en escena con el furor que provoca el naufragio, sino en la”galênê” de que hablaban los griegos: el esplendor de la bonanza”. Efectivamente, el 14 de mayo escribe Goethe en su “Viaje a Italia” : “Bajo un cielo completamente limpio de nubes brillaba el mar sin moverse apenas y, finalmente, éste se extendió ante nosotros como un lago cristalino en absoluta calma (…) Pero justamente esta calma era la razón del desconsuelo de esta gente.Estamos-decían- en la corriente que rodea la isla (el barco se encuentra entre Mesina y Nápoles) y su extraño oleaje nos arrastra lenta e irresistiblemente hacia las rocas abruptas…” ;un rato después empezará a soplar el viento y el barco se alejará de las rocas. Este amago de aventura, de “extraño oleaje” quizá le trajera a la memoria el vendaval de su Werther y quizá también viera pasar ante sus ojos la premonición de un sabio que tentado por el espíritu del oleaje y a punto de perder la vida oye silbar un viento propicio que le salva. Dice en este momento Blumemberg: “ Fue la época de la razón, de la Ilustración, la que por el contrario descubrió que en este caso se carece de las energías necesarias para que la luminosidad de la razón se transforme en la dinámica…del progreso histórico…Era indispensable que soplara un potente viento para que el barco pudiese mantener el rumbo hacia una meta infinitamente lejana y sin embargo determinable.” Pero ese viento es un dato contingente que no podría participar de la lógica interna del sistema, que no podría alterar el non tertius datur, un elemento excesivamente extramuros para poder ser incluído.Frente a Caribdis y Escila sólo puede hacerse una cosa: regresar a la calma anterior a la calma, huir de la huida y esquivar así el destino de Frenhofer.

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