miércoles, 3 de diciembre de 2008

APHORISMÉNOS

Escribe San Pablo en el Preámbulo a la Carta a los Romanos: “Pablo, siervo de Jesús mesías, separado para el evangelio de Dios…”, y quizá en la traducción no resuena ya la virulencia de ese “aphorisménos” (segregatus) del original. Dice Giorgio Agamben en su comentario a la misma Carta: “ ¿cómo es posible que Pablo, que predica el universalismo y anuncia el fin mesiánico de toda separación entre judíos y gentiles, se refiera a sí mismo como un separado?” Confieso que me atren este tipo de preguntas retóricas y casi siempre mucho más interesantes que las respuestas condescendientes que provocan, pero yo sólo quiero hoy que ese adjetivo “aphorisménos” nos lleve, igual que un foco raudo que se gira, hacia la escena que nos presenta Caravaggio: un hombre en el suelo, recién descabalgado, las manos alzadas hacia el cielo y un chorro de luz artificial cayéndole encima. Junto al caballo hay un espectador de la escena; detrás la absoluta oscuridad. Es el cuadro La conversión de San Pablo. El momento que capta Caravaggio es el instante en que Saulo se convierte en Pablo, pero no su metamorfosis sino su conversión, así que las ramas sólo son ahora intuibles en los ojos levemente crispados de este hombre escindido cuyo cuerpo se nos ofrece en escorzo.Es el momento en que acontece la separación,la grieta de la vocación, a partir de la cual ya no habrá más nombre que el sobrenombre, más vida que la respuesta a una llamada. En esa apertura inserta Caravaggio el escollo insalvable de un naufragio como epifanía, de un silencio que recorre los ojos cerrados de una pregunta sin término: ¿por qué me persigues? La docilidad de Pablo en el suelo subraya la oscura fiereza del cazador, su amor por las preguntas retóricas.

Hay un cuadro de Paolo Uccello, Batalla de San Romano, en que se nos presenta otra variante formal de esta escena, esta vez un soldado muerto en escorzo a los pies de su caballo, inserta esta pequeña anécdota en un enorme frente bélico.Quizás crear consista sólo en dar pequeñas soluciones a enormes problemas formales-esas soluciones también pueden ser enormes y recorrer toda la vida de un hombre, pienso en las dos interpretaciones de las Goldberg de Glenn Gould o en las dos Anunciaciones de que Fra Angelico pinta entre 1430 y 1437, cómo se va despojando íntimamente de narración,color y cosas hasta quedar reducido al núcleo temático esencial, por ello cada vez ya más reducido al esqueleto profundo de la forma-. Podría decirse que más allá de la idea de composición, absolutamente distinta, o del uso de la luz y la sombra,la mayor o menor teatralidad o el mayor o menor realismo en los personajes, entre ese trocito de pintura de Uccello y el cuadro de Caravaggio sólo hay una diferencia de contexto, de matiz, de afinación, por enorme que sea la distancia que separa a ambos como creadores. Quizás a Uccello le interesara más la composición y las leyes de la perspectiva que a Caravaggio, o el cuadro de éste sea en general más abigarrado y menos respirable,o sea compacto, denso, de una forma distinta a como lo es el cuadro de Uccello,en fin, lo importante es que los estilos en arte parecen ser sólo la desecación ulterior de antiguos parajes ubérrimos, la cristalización de una actividad que se hace sólida sólo para venir a morir.

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