domingo, 1 de marzo de 2009

PRIMEROS DATOS DEL HUÉSPED


Me lo dijo un amigo, a la salida del cine, hace casi veinte años: “A veces, cuando yo ya estoy cansado y empiezo a aburrirme de mí mismo, cuando me he pasado con las copas y se me empiezan a nublar los deseos, entonces, cuando estoy a punto de irme a casa, oigo que me dicen al oído, igual que a Sócrates su daímon: No te preocupes, yo me ocupo. Déjame a mí. Y al oír esas palabras, me invadía tal placidez y felicidad que era como si todo el alcohol se evaporara, el cansancio se diluyera, y alguien, mucho más fuerte y mejor que yo cogiera las riendas de lo que soy” . Estas palabras a la vez magníficas y aterradoras las olvidé hasta que apareció, años después, un poemilla publicado en La Gaceta de Salamanca, un periódico local. Lo firmaba un tal Martín Mirarbueno, por aquel entonces estudiante con los jesuitas y experto en Francisco de Vitoria y en la filosofía neoescolástica de Bálmez. El poema estaba escrito en inglés y más que un poema a mí me pareció una especie de canción a la que han privado de la música. Decía así (y aquí traduzco a español) y su título era “El huésped de la 23”:

No te pongas así
Si el mes que dulcemente fluye
Pone una mesa inesperada

En medio de tu corazón voluminoso
Un nuevo inquilino deshace sus maletas

No te pongas así
Si la estación maleducada
Te presenta a ti la cuenta de otro

A primeras horas de la mañana
Prenderá fuego a la habitación

Es el huésped de la 23
¿Acaso no buscabas un lugar para esconderte?

No seas brusco ni malhumorado
Más bien humilde de corazón
Ya verás cómo al final
Os dais la mano

Es el huésped de la 23
¿Acaso no buscabas un lugar para esconderte?

Vamos hombre
No te pongas así
Él es un fugitivo
Y sabe que abril no va a durar para siempre

Es el huésped de la 23
¿Acaso no buscabas un lugar para esconderte?

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