domingo, 2 de noviembre de 2008

Supe de Ben Webster en una tienda de discos de Salamanca, la portada “King of the tenors”, el mes noviembre de 1990. Lo recuerdo tan nítidamente como si fuera ahora, ese sonido cálido y lleno de grumos, largo y enfático como el verso de Homero. Tengo el disco delante de mí. Leo las palabras que entonces me impactaron: “Ben Webster is of the timeles school of tenor saxophone.”, escuela atemporal del saxo tenor, eso me sonaba a eternidad y a belleza impoluta, las dos condiciones de verificación del romántico. Le acompañaban en aquel disco nombres que ya casi me sonaban o estaban a punto de, Benny Carter al alto, Harry “el dulce” Edison a la trompeta (y qué maravilloso doble LP acababa yo de conseguir en el rastro de Salamanca junto al río, en uno de esos domingos donde no había nada mejor que ojear vinilos y correr a casa a degustarlos), Oscar Peterson al piano, el gran Peterson (aunque yo siempre fui más Tatum). En fin, compré el disco y no corrí hacia casa como solía, antes me detuve en la Plaza Mayor a mirar la cara de Webster en la portada, ese saxo dorado del mismo color de su mano, “king of the tenors” en amarillo y debajo en cursiva “Ben Webster”. Aún no sabía cómo sonaba y ya sentía en mi cabeza los primeros acordes de “Tenderly”, con que se abre la primera cara. Pres, Bean and Frog, los tres Reyes Magos del tenor.

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