viernes, 14 de noviembre de 2008

ALMA MAHLER-WERFEL

Hay un autorretrato de Sofonisba Anguisciola en que la artista de Cremona se pinta de perfil, la nariz alzada y graciosamente recogida en un sencillo pliegue de caracol marino, la sonrisa dispuesta pero bien sujeta en un rictus de seriedad que no deja de tener algo de la ironía que hay en la boca de algunos mármoles antiguos o, más cerca de nosotros, algunas figuras románicas de tímpano o canecillo, los ojos avellanados de alguna jovencita cretense. Pues bien, compárese ahora ese autorretrato con una fotografía de Alma Schindler adolescente, la que aparece en la página 21 del libro “Mi vida”, en la edición de Tusquets, y podremos comprobar el eco bien visible en las facciones de esta joven vienesa, igual que una nota recurrente que se da con la mano izquierda. Esta foto, que podría pertenecer a la época en que Alma se enamora de Gustav Klimt, posee ya intactas las huellas de un pasión infungible y debe confrontarse con ese otro retrato de 1954 en que la ya anciana Alma Mahler-Werfel aparece en su casa de Beverley Hills, sentada en un cómodo sillón y dándonos la espalda en el instante en que lee-y qué sombra de superioridad satisfecha en su lectura-una página musical (quién sabe si de su primer esposo, Gustav, o de su amigo Schöenberg, o quizá es una obra propia que ella contempla con la desgana y la indiferencia que da una ambición exhausta)y tiene los mismos ojos de Gloria Swanson en Sunset Boulevard o los de Marthe Keller en Fedora. Por su casa y por su vida pasaron algunos de los más grandes de la Viena anterior al desmoronamiento del Imperio, ese mundo que Stephan Zweig retrata admirablemente en su libro “El mundo de ayer” y que empieza así: “Yo nací en un país que ya no existe”, más o menos, cito de memoria. Sus nombres: Gustav Mahler, Oskar Kokoschka, Walter Gropius, Franz Werfel, Schöenberg, Webern,Alban Berg, Klimt, Arthur Schnitzler, Karl Kraus, Richard Strauss.Alma fue siempre plenamente consciente de sus dotes, y fue eso lo que la llevó a Mahler, de quién no recibió apenas impulso en su carrera musical.A su muerte, conoció a Gropius y vivió el episodio más doloroso de su existencia, el fallecimiento de su pequeña hija Manón . Tras Gropius vino Franz Werfel, siendo ya Alma una mujer de cincuenta años, y fue éste el último hombre de su vida, porque Kokoschka estuvo siempre ahí, entrando y saliendo. Dice Alma en este libro, Mi vida, que cuando se casó con Mahler, tenía una biblioteca mejor que la suya. Y le escribe Kokoschka en una carta perteneciente a 1949, cuando Alma tenía ya 70 años: “ Mi querida Alma: Sigues siendo una criatura salvaje…” La misma criatura salvaje que posa su cabeza en el hombro de su madre, Anna Schindler, y nos mira como otra Alicia Liddell, risueña y melancólica, desde el otro lado del cuadro.

1 comentario:

Tino j. Prieto Aguilar dijo...

Hola Carlos y Pedro.
Les invitamos a comentar en cualquiera de los artículos del programa 'Encuéntame en las Ondas'.
Les recuerdo el enlace al blog en el que les tenemos como enlace:
http://radioencuentame.blogspot.com
Un fuerte abrazo.
Pino y Tino.