sábado, 7 de junio de 2008

PRIMO LEVI LEE A PAUL CELAN QUE LEE A AMÉRY

Jean Améry se quitó la vida en 1978, en la ciudad de Salzburgo. Arrestado y deportado por los alemanes, se escapa del campo de concentración de Gurs y se une a la resistencia antinazi en Bélgica. En 1943 es arrestado de nuevo e internado en el campo de Auschwitz. Jean Améry, o Hans Mayer, su verdadero nombre, no entendió nunca la herida en términos de culpa y perdón; para él la herida era interminable, la culpa infinita y el perdón imposible. Esta posición equidista de la búsqueda de comprensión ejemplificada por Paul Celan y el esfuerzo descriptivo ,la luminosa asepsia escritural de Primo Levi. Que los tres se suicidaran viene a confirmar la precisión de las palabras de Améry en su libro “Discurso sobre la muerte voluntaria” :” El que está a punto de saltar, en cambio, ya está a medio camino del otro lado…¿Al otro lado? No existe “ese otro lado”: el que salta realiza lo indescriptible, lo incorrecto según la lógica; “la faux, c´est la mort”, dice Sastre”. Sea en los poemas de Celan o en la prosa de Levi, la función de la escritura era en ambos describir la grieta que separa ambos lados, alimentarla, ensanchar sus dimensiones hacia la lógica de la vida. Es duro quedarse cuando todo lo que se puede decir cae en uno de los lados, aleatoriamente, incapaz de añadir la más mínima dosis de cemento; la lógica del suicidario se impone así a la lógica de la vida y a la lógica de la muerte, pues ese último acto , ese “poner la mano sobre uno mismo” cierra de algún modo luminoso la agrietante herida. Oigamos a Jankelélévitch, en su monumental “La muerte” : “ El silencio inefable, respuesta tácita, tiene algo de sublime, en cambio el silencio indecible no nos inspira más que temor y angustia”. La trilogía de Auschtwitz de Levi o los poemas de Celan marcan en su devenir el tránsito entre esos dos silencios, entre ese “y hasta que se cuente mi horrible cuento /este corazón arde en mí”, cita de El viejo marinero de Coleridge que abre “Los hundidos y los salvados” hasta “El corazón quedó oculto en lo oscuro y duro como piedra filosofal”, primera sentencia de Contraluz. Porque hay un silencio que puede desvelarse, aquí, de este lado, y al cabo muestra su envés,y otro, que como hizo Odiseo frente a las sirenas, es mejor no oír, o sí, y de eso saben algo Mayer, Celan y Levi. ¿Quién sabe qué sabrosas palabras se dijeron, en boca ya de lo Indecible?Y como dejó escrito Améry: “Sólo puede tomar parte en la conversación quien haya penetrado en lo oscuro”.

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