jueves, 21 de febrero de 2008

ROBERTO CALASSO


Hace ya veinte años, hacia 1998, que una amiga de mi hermana me prestó un libro
que parecía minuciosamente manoseado, página a página hojeado con un afán sin duda excesivo, como si en esas líneas se hallara la clave de cierto misterio que sólo la lectora en cuestión se atrevía a discernir. El libro se titulaba “Las bodas de Cadmo y Harmonía” y narraba un acontecimiento que supuso el fin de las relaciones entre los dioses y los hombres, el texto transido de arriba debajo de mitos una y otra vez repensados, masticados hasta la extenuación por el autor. Su nombre era Roberto Calasso. Recuerdo perfectamente que me dijo antes de prestarme el libro, “¿me lo devolverás, verdad?”, como si ya intuyera que el destino de aquellas páginas era avanzar de lector en lector sin posiblidad de retorno. Ese momento de encrucijada que es el mismo del Edipo Rey, donde un hombre inocente comete el único pecado-sería mejor decir falta-pues el concepto de pecado es posterior- que los dioses de la Antigüedad detestan al unísono,hybris, o exceso de orgullo, desmedido, allende la medida, más allá del metro. Unas semanas después, sin pretenderlo, unas gotas de café se derramaron sobre aquel libro y fue tanta la vergüenza que hice todo lo posible por no volver a cruzarme con su dueña. No pude, aunque lo intenté, conseguir otro ejemplar, y además estaba seguro de que su dueña no habría querido otro ejemplar, quería el libro, el mismo que me había prestado y que yo tan torpemente había manchado. Pecado, falta, culpa, mancha, de esa forma se unía el destino del libro al tránsito simple de las cosas. Desde ese momento Calaos se incorporó al panteón de autores preferidos y vinieron otros libros: La ruina de Kasch, Los cuarenta y nueve escalones,La literatura y los dioses, Ka, K. Este último es una de las mayores proezas en el ámbito de la hermenéutica kafkiana, pues tratando cada personaje como héroe de un mito hace de Kafka el Homero del siglo XX, el notario de su inevitable desastre. Calasso se hizo cargo de la editorial Adelphi en el año 1999 y su labor como escritor y editor ha sido sobresaliente desde entonces. Hay una entrevista en la que dialoga con Salman Rushdie y dicen esto:

Rushdie—En tus libros aparece a menudo esta extraña relación entre hombres y dioses. Al terminar "Cadmo y Armonía", hacés referencia al fin de la intervención divina en la vida de los hombres. Algo similar pasa en la mitología nórdica, a lo que por lo general se llama el crepúsculo de los dioses y es, en realidad, la caída de los dioses. Lo que está implícito es que a esto sigue una suerte de edad postdivina, la edad de los héroes, de los seres humanos. Muchas veces pensé que tal vez sea uno de los momentos en que una sociedad alcanza la madurez, ya que deja de necesitar a los dioses. Su ausencia se convierte en una ausencia necesaria para la madurez de la humanidad. Calasso—Lo que queda es la literatura. El primer período en el que se advierte esta retirada de los dioses coincide con la Odisea. Y ésta es el inicio de la literatura en Occidente. No estoy tan seguro respecto de la madurez. No estoy seguro de que la humanidad vaya madurando con el transcurso del tiempo. Por otra parte, creo que el hecho de que cada tanto los dioses reaparezcan en esos hechos extraños que definimos como literatura, es algo que pertenece a lo más recóndito de todos nosotros. Es la forma que nos resulta más cómoda, tal vez no la mejor, pero sin duda aquella en la que sentimos que respiramos con más naturalidad.


El café fue sin duda mi rama dorada.

1 comentario:

Tino j. Prieto Aguilar dijo...

Les envio los mejores deseos en esta vía de comunicación.